“La naturaleza es la fuente eterna de toda belleza; el genio sabe cómo acercarse a ella y otorgarnos esa belleza a nosotros. Esta profundidad de comprensión es el principio activo de la belleza eterna en arte.” A. Rodin (1)
Parece ser que el tiempo no ha dañado la relación tan especial de nuestro público con Auguste Rodin (1840-1917), la historia nos hace saber de encargos solicitados desde el gobierno argentino, entre ellos el monumento a Sarmiento y El Pensador pero además hubo adquisición de mucha de su obra por coleccionistas particulares, como podemos apreciar es un reconocimiento que viene de larga data. Y hoy en día, esta admiración se ve reflejada nuevamente ya que la residencia que contiene las obras de esta muestra ve colmada sus instalaciones y por momentos encuentra invadidos sectores que no pertenecen a la exposición, el público quiere ver más de Rodin, quiere saber más sobre su arte y se lanza expectante a recorrer la hermosa mansión que perteneció a la familia Errázuriz Alvear.
Subiendo las escaleras de la antecámara, la presencia de La Edad de Bronce ya nos prepara y a la vez invita para recorrer por las distintas salas la obra de un artista que fue un innovador, alguien que marcó una época y revolucionó el arte desde la escultura. Fue rechazado en reiteradas ocasiones por la Academia de Arte y el “Salón” parisiense que eran los encargados de regular la actividad artística de esos tiempos, pero esto no amedrentó a un espíritu que supo sobreponerse a todo tipo de intrigas y confabulaciones en su contra. Nunca dejó de luchar por lo que creía, por ser un artista libre de influencias y desarrollar su propio estilo, fue indudablemente un grande en su medio.
La eterna primaveraRodin vivió intensamente cada momento, fue un apasionado , amó a la naturaleza y el trabajo anteponiéndolos a todo y observó una profunda admiración por artistas como Miguel Ángel y Rafael pero además tuvo un gran reconocimiento por la arquitectura medieval dedicando tiempo a su contemplación y estudio.
“Las basílicas y catedrales deben su belleza tanto a la naturaleza como al genio de los obreros que las construyeron...La naturaleza no quiere nada con nuestro análisis; viene a nosotros directamente con sus dones de belleza y verdad.” A. Rodin (2)
Su obra La Catedral además de ser un reflejo de todo lo manifestado nos remite a la maravillosa sensibilidad del artista y a la excelencia que poseía como modelador de arcilla. Rodin dirigió uno de los talleres más importantes en Meudon, en donde trabajaban más de cincuenta picapedreros, vaciadores y cortadores de mármol, de muy elevado nivel.
El hombre de la nariz rota
La exposición llevada a cabo durante julio/septiembre 2008 en el Museo Nacional de Arte Decorativo (Avenida del Libertador 1902), reúne piezas de diversos tamaños en bronce, mármol, yeso, terracota y porcelana de este gran escultor francés. La muestra reúne también piezas de Louis Ernest Barrias, Emile-Antoine Bourdelle, Jean Baptiste Carpeaux, Albert Ernest Carrier-Belleuse, Camille Claudel, Charles Cordier, Alexandre Falguière, Jean León Gerome, Hiram Powers y Pierre Auguste Renoir, todas esculturas francesas del siglo XIX. Se han reunido 52 obras del Museo Soumaya de México que pertenecen a la Fundación Slim y forman la colección más importante de Rodin afuera de Francia, sumándose 19 obras del Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico). Además, el Museo de Arte Decorativo aporta esculturas de su propiedad: La eterna primavera, un mármol de una pareja de amantes y el proyecto de chimenea que Errázuriz, el dueño de casa encargó a Rodin y no se llegó a concretar, pero se puede ver la maqueta en bronce de la escultura con las figuras típicas de Rodin y cartas del correo que mantuvieron para llegar a un acuerdo. La muestra apunta a que el visitante comprenda las relaciones entre las distintas obras y las relaciones con el contexto de París ya que ha sido estructurada en varios núcleos temáticos, entre ellos, La Escuela de París, Cuerpo y Alma, los Compañeros y Discípulos, las Mitologías y La Puerta del Infierno.
Lic. Roberto J. Prieto
(1) Frisch, V. y Shipley J. La Vida y El Arte de Auguste Rodin. Buenos Aires: Editorial Poseidón, 1945, pp. 117.
(2) Idem. pp. 193