13 feb 2008

EL ARTE por Goodman



Nelson Goodman

De la mente y otras materias


col. La balsa de la Medusa nº 75. Madrid, Visor, 1995. 312 pp.


Nelson Goodman, filósofo, profesor emérito de Harvard, dedicó una gran parte de esta obra a contestar a las distintas reaccioness que había tenido su Ways of worldmaking (1976). La obra debe entenderse, pues, desde ese trabajo anterior.

Se reafirma aquí en sus planteamientos, matiza las contestaciones e ironiza sobre algunas formas de comprender sus propuestas. Este carácter de respuesta, al que hay que añadir su origen recopilatorio, hace que la obra se resienta en la unidad de su desarrollo, pero también que gane en variedad tematica.

El núcleo del pensamiento de Goodman lo podemos comprender a partir de la siguiente cita:

Es cierto que en Maneras de hacer mundos y en otros lugares he afirmado que las formas y las leyes de nuestros mundos no se encuentran ahí, ante nosotros, listas para ser descubiertas, sino que vienen impuestas por las versiones-del-mundo que nosotros inventamos -bien sea en las ciencias, en las artes, en la percepción y en la práctica cotidiana-. Cuestiones tales como si el mundo está formado por partículas o por ondas de los fenómenos, o cómo se mueve la tierra, se determinan mediante un laborioso proceso de invención y no a través de la observación pasiva. La especie no está ya prefijada, configurada por espacios infranqueables de dictados inexorables de la naturaleza, sino que depende el peso relativo que ponemos sobre ciertas características, de acuerdo con algunos intereses científicos específicos. La pugna entre el uniformismo y el catastrofismo -sobre si un cataclismo viola o no una ley de la naturaleza- no es una cuestión acerca de si la naturaleza obedece o no a las leyes, sino que se refiere a qué generalizaciones formulamos y consagramos como leyes. Las ciencias y las artes no son espejos que muestran la naturaleza, sino que la naturaleza es, más bien, un espejo que muestra lo que son las artes y las ciencias. Y los reflejos sobre el espejo son muchos y diversos (pp. 43-44)

Goodman sostiene que no conocemos el mundo sino las "versiones" que fabricamos de él. Existe el mundo, por supuesto, pero no es eso lo que conocemos. "Conocer" no es una experiencia inmediata, sino un proceso constructivo en el que participamos de forma activa. Así, eso que llamamos el "mundo" es nuestra propia construcción. Como señala Goodman, "la percepción participa en la elaboración de lo que percibimos" (p. 50). Lo más que podemos llegar a conocer son nuestras propias "versiones del mundo". Desde este supuesto es fácil comprender por qué afirma: "me interesa menos la naturaleza del pensamiento que sus modos, menos su sustancia que sus formas" (p. 51).

Un aspecto interesante que se manifiesta a lo largo de la obra es el de las relaciones entre las artes y la ciencia. Goodman plantea estas relaciones desde el punto de vista del conocimiento y critica el proceso que ha llevado a considerarlas como áreas contrapuestas. La creencia en que las artes se ocupan de procurar placer mientras que las ciencias se ocupan del conocimiento es para el autor un error de graves consecuencias. Desde el concepto de "cognición", Goodman llama a un nuevo tipo de relaciones:

Las diferencias genuinas y significativas entre el arte y la ciencia son compatibles con su función cognitiva común; y las filosofías de la ciencia y del arte se abrazan dentro de la epistemología, concebida ésta como la filosofía del conocimiento (...)

El reconocimiento de la afinidad entre las artes y las ciencias requiere llevar a cabo una investigación sobre sus rasgos comunes y sus diferencias específicas (...)

(p. 226)

Al partir de la cognición, tanto los procesos artísticos como los científicos son parte esencial de un aprendizaje que nos relaciona con el mundo a través de los sistemas simbólicos. Si "conocer" es siempre un "conocer a través de", arte y ciencia son complementarios e igualmente necesarios:

Dado que tanto la ciencia como el arte consisten, en gran parte, en tratar con símbolos, el análisis y la clasificación de los tipos de sistemas simbólicos -lingüísticos, notacionales, diagramáticos, pictóricos, etc.- y de las funciones simbólicas literales y figurativas -la denotación, la ejemplificación, la expresión, y la referencia a través de cadenas de éstas- proporcionan un fundamento teórico indispensable. (p. 227)

Con estos planteamientos, Goodman aborda la necesaria remodelación de la enseñanza del arte atendiendo al valor de la experiencia artística, ya no entendida desde el placer, sino desde el aprendizaje esencial de los sujetos. Las obras artísticas no sólo forman nuestro gusto estético, sino que también contribuyen a nuestra comprensión-construcción del "mundo".